La muerte; una visión de la cultura griega
Llegado el Día de Muertos, vamos a dejar a un lado la visión fúnebre mesoamericana y veamos un poco de la herencia occidental que tenemos como mexicanos. De entrada, el concepto de muerte que nos puede dar el pensamiento griego es algo por demás interesante: fantástico. La muerte fue un aspecto ampliamente tratado por el pueblo heleno, al grado que sus tradiciones anidaron en la mística y teología de culturas como la romana, la cual le dio una difusión plena en el mundo antiguo..
En realidad, la visión griega antigua era más mítica que práctica, en lo que respecta a cómo concebía la muerte. La mitología helénica provee los sustratos del concepto escatológico, considerado como el fin último del hombre. El destino después de la vida era para los griegos un misterio y no tanto un tabú; algo prohibido o relegado sólo a los sacerdotes o sabios. Tan sólo el ritual de colocar un par de monedas en los ojos del muerto como pago para el barquero Caronte tiene como objetivo la secuencia de un viaje ulterior que se realizaría en su forma inmaterial; algo que era realizado sin cuestionamientos como una costumbre fúnebre en la vida diaria.
El legendario término «psique» alude a un fundamento que radica en la mente humana con características sicológicas y sociológicas que, en su primera fase, tuvo una tendencia mística y predominó a través de la Teogonía de Hesíodo. Aunque se le traduce como «alma» se refiere más a los procesos cognitivos de la mente humana; podríamos identificarla más con el pensamiento, siendo éste el resultado de las pesquisas realizadas por el individuo a lo largo de sus reacciones e interacciones con sus semejantes. En el interior de la mente humana hay algo que induce al cuerpo a actuar de cierta manera. En tiempos homéricos, esa «psique» era un proceso vinculante con los dioses, es por eso que sacerdotes como Calcas (quien premonizó la victoria griega en la guerra de Troya y los consecuentes avatares o situaciones trágicas que sufrirían los aqueos victoriosos a su regreso a la Hélade), eran fundamentales en la vida cotidiana. La tradición mítica le concedió a Calcas ser nieto de Helios, de quien heredó el don profético. Calcas solía ponerse en trance durante sus profesías, un acto que era considerado como una forma de comunicación con las deidades, quienes le vaticinaban la antelación de sus preguntas. Esa vinculación era vista como una negociación hecha con Tánatos (muerte) para conocer los sucesos del porvenir.
De esto puede deducirse que cuando se busca el futuro, se negocia con la muerte. Toda búsqueda de lo desconocido implica la permisión del territorio ulterior a la vida; un boleto que se cobra con un donativo vivencial y se paga con una cuenta en tiempo por vivir.
Si vemos el caso de Tiresías, el famoso preconizador ciego, tenemos un aspecto semejante a la concepción de la muerte donde ésta se mueve fuera de lo visible. La ceguera de Tiresias le viene como castigo de la diosa Hera, tras haber revelado que el hombre sólo tiene un 10 por ciento del placer sexual comparado con la mujer. Zeus lo consoló confiriéndole el don de la profecía y una vida longeva.
En esa oscuridad ocular, donde la vida no tiene formas, Tiresias fue capaz de percibir situaciones vívidas y vaticinarlas. En este caso, la «muerte óptica», la ceguera significa la captación de la vida anticipada en la percepción de la «psique»; fuera de toda luz. Tiresias se convirtió en el modelo por el cual se podría describir a la muerte como aquel que no ve la realidad, pero «vive en las tinieblas», consideradas más como nubes misteriosas que se develan cual humo que emana de la mente. La muerte entonces sería como la ceguera al mundo de la luz (leikós); el estado de oscura inmovilidad ontológica: el mundo de las tinieblas eternas. Llama la atención que la palabra «leucocito» se refiera a un «depósito de luz», una metáfora de las células blancas y claras encargadas ni más ni menos que de mantener alejada a la muerte del resto del cuerpo.
Platón tiene también un aforismo que ejemplifica la ignorancia del individuo con la ausencia de la luz, lo que se interpretaría como una muerte en la oscuridad cognoscitiva o como una vida muriendo en la ignorancia. El mito de la caverna presenta a esclavos que ven sombras proyectadas por la luz, la cual no pueden ver porque están atados e inmovilizados. El sistema de producción griego, basado en el esclavismo, era una forma legal de usar la fuerza de individuos sometidos para su provecho sin la menor consideración del deterioro de su vida. El filósofo ateniense nos presenta en esa alegoría dos formas de muerte caracterizada por la privación del conocimiento y de la libertad; factores que propician el inicio de fuerzas vitales que daban como resultado el nacimiento del individuo libre, es decir, del único que vivía en plenitud en la luz del dominio material y vivencial.