La brújula climática se perturba; ¿la geoingeniería es la última opción?
¿Habría alguna ventaja en vivir en un mundo más cálido? Esto ya se lo plantea la comunidad internacional ante la impotencia de sus gobiernos por combatir el cambio climático y sus efectos devastadores. Mientras la moneda sigue en el aire, la humanidad ya registra aumentos de temperaturas de 1.1 grados centígrados, viendo imposible que se cumpla la meta de impedir que se rebasen los 1.5 grados establecidos por el Acuerdo de París en el 2030.
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Tanto expertos como políticos ya consideran que «si no puedes combatir el cambio climático, entonces comienza a ver cómo te puede servir o, incluso peor, cómo puedes convivir con sus efectos». Otras opciones como la geoingeniería que, pese a que ha sido ampliamente criíticada desde que resurgió en el 2011, no parece haber otra medida que permita bajar el aumento de la temperatura global de manera más rápida.
Antecedentes y previsiones
Hay que considerar que la geoingeniería tiene sus antecedentes en 1965, cuando los asesores científicos del presidente estadounidense, Lyndon B. Johnson, recomendaron buscar un método para reflejar la luz solar a fin de mantener fresca la Tierra. Ya desde ese entonces, se preveía que el plameta sufriría una acumulación alarmante de gases de efecto invernadero en la atmósfera como resultado de la quema de combustibles fósiles. .
Han pasado ya casi seis décadas y la investigación sobre la “geoingeniería solar” ha avanzado poco..La inversión para desarrollarla ni siquiera ha llegado al 1% de los presupuestos en ciencias del clima, mientras que sus opositores han avanzado creando una campaña basada en temores de que «manipular el termostato global podría producir consecuencias inesperadas y distraer la atención de la necesidad imperiosa de reducciones profundas en las emisiones de gases de efecto invernadero».
Por su parte, la preocupación aumenta peligrosamente ante la cercanía de que el calentamiento global supere los 1,5 grados centígrados (2,7 Fahrenheit), ninguneando el umbral establecido en el Acuerdo de París de 2015, acordado por unos 200 países, para evitar inundaciones, sequías, incendios forestales y deshielo cada vez más dañinos.
Oposición indígena a la geoingeniería
El año pasado, la oposición de los pueblos indígenas forzó la cancelación de una prueba al aire libre y de alto perfil de tecnología de geoingeniería solar realizada por la Universidad de Harvard. Se trataba de vuelo en globo planeado sobre Suecia, que fue diseñado como un primer paso hacia la liberación de pequeñas partículas reflectantes a 20 km de altura en la atmósfera. Esto, con la finalidad de ver si se podía formar una neblina planetaria que simulara una erupción volcánica.
Los opositores de la geoingeniería piensan que es un grave riesgo alterar el clima; la consideran una solución falsa. En su lugar, proponen explorar otras opciones como reducir y evitar las emisiones de CO2, la transición a la agroecología, la restauración y protección de bosques, la afirmación de derechos de los indígenas y campesinos.
¿Estamos en la última fase?
Quienes apoyan su uso, han redoblado su ofensiva buscando más patrocinadores para aumentar las investigaciones sobre los riesgos y determinar sus beneficios. También han vuelto los ojos a la diplomacia, tal vez como la última posibilidad de revertir el cambio climático.
En muchas ocasiones, cuando surge la vía diplomática se considera que las opciones se están agotando. Para 2023, se buscará someter este método a consenso ante la Asamblea General de la ONU, el principal órgano de formulación de políticas de la ONU. La idea es que sea votado de una vez por todas, de lo contrario, sería bueno entonces que las naciones empiecen a considerar que la temperatura global aumentará a un punto de no regreso.