El «Zacas» de Tijuana
Zacazonapan no sólo es una localidad del Estado de México, también es el bar más popular de Tijuana. El nombre no tiene nada que ver con su homólogo mexiquense, sino sólo por el sufijo «zacaz», que en tijuanense se dice «sacas» y se refiere a sacar, pero «a sacar el toque de mota». Es el único bar en la ciudad, y seguramente en todo México donde se puede fumar mariguana y beber lo que quieras.
Apenas se acerca uno a la esquina de la Calle Primera y Constitución, el olor a petate quemado ya se puede percibir. Es la prueba inequívoca de que nos estamos acercando al también conocido Zacas Bar, ubicado en plena zona roja tijuanense, donde la chicas guapas cobran por el consuelo. Tal vez no me llame la atención tanto el hecho de que en ese lugar se pueda fumar mariguana libremente, pero sí el que tenga una de las rock-olas más prendedoras del país.
Entrar al Zacas es penetrar en la frontera del tiempo. Es bajar las escaleras al sótano, en lugar de ascenderlas hacia el cielo. Esto lo digo, porque la rock-ola presume las notas ensimismadas de la guitarra de Jimmy Page (Stairway to heaven). Una vez abajo, la sorpresa es increíble: hay gente de todas las edades y ya ni sorprende que los más jóvenes veinteañeros le ponen monedas para escuchar rolas clásicas de Pink Floid (Confortably numb, cómodamente insensible) o de Jimmy Hendrix (Purple haze, neblina morada). Los setentas parecen renacer una y otra vez en la mítica máquina de música, a la que todos esperan en turno para escuchar su selección favorita. Por fortuna, no tiene reggetón, cumbia, salsa o banda, aunque sí tiene reggae. Ahí los éxitos de Bob Marley encienden más a la gente que el toque. Por lo que vi de los parroquianos que visitan este bar con frecuencia, les gusta mucho el éxito «No woman no cry» («Sin mujer no hay llanto» como malamente lo tradujeron en Rock 101 en aquellos ochentas).
Por las tardes se ve un poco oscuro, precisamente porque se trata de un sótano, la música se oye desde que se va descendiendo para buscar ya sea una mesa o un lugar en donde apoyarse para tomar una fría y gratificante cerveza; casi siempre, una Tecate roja y deliciosa. Lo mejor es estar parado, pues te permite percibir todo el ambiente. No se puede tomar fotografías de su interior, lo cual se entiende, pero no falta quien se saque una foto personal con vista a un muro.
No es un lugar muy grande, pero siempre está atascado de gente y más ese día que lo visité, porque coincidió que se hizo la marcha en apoyo a la legalización de la mariguana. Obviamente, todos los manifestantes cerraron el mitin en el Zacas. La verdad es que nunca vi que alguien fumara directamente, pero el olor de mota sí lo rodea todo. Al principio no parece afectar nada, la rica chela y la maravillosa música hace que uno se olvide de dónde está; incluso se disfruta del bullicio local que compite en volumen con la música.
Uno se preguntaría porqué en esa ciudad existe un bar donde se fuma mariguana, la contestación es simple: se trata del punto fronterizo más liberal en México. Está ubicado cerca de California, el estado más progresista de Estados Unidos que está avanzando en la legalización del enervante. De hecho, desde enero pasado se autorizó su aplicación de forma terapéutica y se espera que pronto despenalicen su uso general.