1921. Ensayo de bombardeo contra una raza inferior

Tulsa, Oklahoma. May, 1921.—A las 4: 05 de la tarde, Dick Rowland, un lustrabotas huérfano de 19 años, se dirige al baño para negros ubicado en el edificio Drexel, en el 319 de la calle Main Street. El baño queda en el último piso, por lo cual el joven debe usar las escaleras o el ascensor. Esta vez se decide por el camino más rápido, el ascensor, donde trabaja una joven blanca de nombre Sarah Page.

Según su propia versión, Dick (que en inglés suele usarse como nombre popular de pene), al entrar en el ascensor se tropieza y, en el reflejo de agarrarse de algo, se agarra del brazo de la operadora. Un empleado que lo ve a través de las decoradas rejas entiende que se trata de una violación y corre hasta el teléfono para reportarlo a la policía.

El tema favorito de la imaginación pornográfica (la bestia inferior provocando placer a la bella superior; la inversión de roles entre los de abajo y los de arriba, como forma de catarsis del poder temeroso de sus propias fantasías) antecede a la industria pornográfica en varias décadas, probablemente en siglos.

Al día siguiente, el Tulsa Tribune titula: “Arrestan al negro que asaltó a una joven en un ascensor”. El diario agrega que el atacante le sacó el vestido a la joven Page y, más abajo, se hace eco del clamor popular: “A linchar el negro esta noche”. Los diarios no informan de la permanente actividad del Ku Klux Klan que no tolera la inexplicable prosperidad de los negros de Tulsa.[1]

Por alguna razón que sólo Dios sabe, la joven Sarah se niega a denunciar al atacante, pero de todas formas Dick es acusado de violación. Enseguida, hordas de indignados blancos atacan y vandalizan el elegante barrio negro de Tulsa. Al día siguiente, el 31 de mayo de 1921, aviones privados bombardean el área para calmar las protestas de negros generadas por el ataque de turbas de otros vecindarios. Cientos de edificios del distrito son destruidos por el fuego de los indignados blancos y más de nueve mil residentes pierden sus casas. Casi cien hombres, mujeres y niños, la mayoría negros, mueren en la masacre. Seis mil del mismo color terminan en prisión.

Dos años atrás, el bueno de Winston Churchill, ante las críticas por los bombardeos ingleses con gas letal en Afganistán, Palestina y contra los curdos en Medio Oriente, había respondido: “no entiendo tantas críticas de los humanistas por el bombardeo con gas venenoso; yo estoy de acuerdo con el uso de este gas contra los pueblos incivilizados; de esa forma se preservan los edificios y la infraestructura de esos países”.[2]

El 11 de junio, la joven Sarah Page insiste, esta vez en el popular diario Appeal to Reason: “cuando me agarró del brazo, yo grité y él se fue enseguida”.[3] Pero nada más vano que intentar sacar a un creyente de su convicción. Si la realidad no se adapta a los deseos, peor para ella. En las décadas por venir, los planes de desarrollo de infraestructura en Estados Unidos cruzarán el país y las grandes ciudades con decenas de nuevas y monumentales autopistas. Muchas de ellas, por gracia de la casualidad, realizarán desvíos técnicos, separando los barrios y las comunidades negras de las blancas y sirviendo para el desarrollo de los centros con mayoría de población blanca. Tulsa no será la excepción y, de esta forma, luego de ser arrasada por el fuego y el odio, quedará mortalmente segregada y desconectada por la nueva autopista norte.

Efectivamente borrada de la memoria popular y de los libros de las escuelas, la masacre de Tulsa en Oklahoma es el primer bombardeo aéreo registrado en suelo estadounidense, aunque todavía no se trata del primer bombardeo militar a una población civil, estudiado y organizado con múltiples innovaciones científicas, como ocurrirá seis años más tarde en Ocotal, Nicaragua, para revertir la victoria de un rebelde llamado Augusto Sandino, quien había arrinconado a los marines en un edificio del pueblo. Este es un bombardeo privado. El de Nicaragua será un experimento del gobierno. Hay algunas diferencias.

Pero se parecen mucho.